lunes, 8 de febrero de 2010
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El aparato Reproductor Masculino, junto con el femenino, es uno de los encargados de garantizar la procreación humana.
El ser humano es, entre muchas otras cosas, la unión de muchos aspectos que interactúan entre sí constituyendo de esta manera un sistema. Uno de estos aspectos que componen la condición humana es la sexualidad. La sexualidad, a su vez, puede ser vista bajo diferentes perspectivas, una de ellas, tal vez la más importante para la humanidad como especie es la función reproductiva; como individuos, la sexualidad también define nuestra personalidad según el género que obtuvimos de nuestros padres al momento de la recombinación cromosómica realizada en el instante de la concepción, así mismo, la sexualidad implica una necesidad fisiológica de búsqueda de placer que es activada por regiones de la corteza cerebral durante la adolescencia y la pubertad. Sin embargo, como en todo sistema, cuando alguno de los componentes o aspectos se encuentra en desequilibrio todo el sistema se ve afectado, de la misma manera, por la falta de una conciencia equilibrada con respecto a la sexualidad humana, nuestra civilización global actual es aquejada por numerosas enfermedades productos de ese desequilibrio, estas enfermedades normalmente afectan de manera significativa la vida sexual de las personas que las padecen y se transmiten, entre otras posibilidades, por vía sexual, razón por la cual las conocemos como Enfermedades de Transmisión Sexual.
Entre las enfermedades de transmisión sexual más difundidas podemos mencionar el SIDA, la sífilis, la gonorrea, la hepatitis, la candidiasis, el virus de papiloma humano, el herpes y la bulbo vaginitis. Nuestra sociedad ha propuesto una serie de medidas preventivas para evitar el contagio de estas enfermedades, sin embargo no se han logrado erradicar completamente, las razones por las que siguen difundiéndose tales enfermedades son de naturaleza social. La actitud social ante la sexualidad se ha vuelto más libre y tolerante. Esto es un importante progreso en la sociedad, pero esta tolerancia no esta todavía extensa de vicios como la pornografía y otras formas de comercialización del sexo.
La liberación de costumbres debe producir un hombre más libre y responsable, pero no se logra si las normas referentes al sexo se hacen conforme a las nuevas exigencias de un sistema económico, el cual no necesita al hombre ascético, enemigo del placer, ahorrativo, que vive en una vida de disciplina... etc.
Los intereses socioeconómicos han suprimido algunas normas sexuales tradicionales, porque cuentan con medios suficientes para mantener y seguir aprovechando las necesidades sexuales. Es necesario tomar conciencia de todos estos hechos si queremos orientarnos hacia el aspecto ético de la sexualidad y a la conducta sexual y libre del individuo.
Finalmente, podemos afirmar que la solución fundamental a los problemas de enfermedades de transmisión sexual debe incluir una visión holística del ser humano, basándose en la monogamia como la unión sexual ideal, esto implica una campaña de conciencia global que persiga conectar al hombre con su verdadero valor como persona y que en lugar de exacerbar su ánimo de consumo, incluso de consumo sexual, le recuerde que la libertad de una vida plena no consiste en los bienes o en las experiencias adquiridas, sino en la responsabilidad y necesidad de trascendencia de cada individuo, en la búsqueda de una vida disciplinada que contemple la sexualidad dentro del matrimonio como un bien placentero y saludable para el sujeto, la familia y la sociedad. Ello por supuesto incluye un cambio de parecer a nivel global sobre el estilo de vida que deberíamos asumir para vivir una sexualidad responsable, en otras palabras, necesitamos un mejor ser humano.
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